martes, 13 de diciembre de 2016

"Instantes". Capítulo 1

Era una fría mañana de invierno, se oía el chasquido de una rama al posarse los pájaros, una hoja crujiente, olor a café recién hecho y Ebbe sale de casa como cada día a trabajar, casi por inercia. Otro día más, una mañana que añadir a su vida, no sabe si es lunes, viernes o domingo, la noción del tiempo se le pierde fundiéndose en la monotonía de los días, en el tic tac del reloj. Va más pendiente del móvil que del mundo que lo rodea, mientras camina intuitivamente hacia su trabajo como si de una máquina en modo automático se tratase, de repente se cruza una joven, que también inmersa en el espacio vital de su Smartphone ni lo ha visto. Es un simple roce, apenas unas milésimas de segundo, pero suficiente tiempo para Ebbe. Antes de darle tiempo a pensar en algo ella levanta la vista al tiempo que exclama con mala uva;



—Tío, a ver si miramos por donde vamos, joder que casi me tiras. —Ebbe levanta la mirada de la pantalla de su móvil con cierto grado de indiferencia hacia la chica y cruzan sus miradas la fracción más ínfima de tiempo que se pueda registrar, pero lo justo para que, a él, le dé tiempo a exclamar un lento y pausado “perdón”.



Una vez en el trabajo Ebbe vuelve a su caparazón errático de robot, llamadas de teléfono que no cesan, clientes enfadados, compañeros de trabajo de paso, documentos acumulados que el jefe no desea ver, todo ello hace que Ebbe sea tan autómata como un ordenador de última generación. Siempre atendiendo todo, hablando con los clientes, dando la cara por la empresa, buscando soluciones... es el perfecto laberinto que hace que su figura sea valiosa en la empresa. Hace un descanso para tomar un merecido café solo sin azúcar, y comienza a realizar estiramientos, buscando liberar la tensión de tanto tiempo en la oficina. De repente cuando tiene la taza junto a sus labios, nada más oler el delicioso aroma a café, le viene un flash a la mente de la mirada de esa chica que se había cruzado antes y los ojos de aquella muchacha que ahora penetran en la mente de Ebbe con una fuerza que jamás antes había experimentado. Mueve la cabeza con gesto ignorante y no le da importancia, pero cuando vuelve a la oficina, nota que no puede concentrarse en su trabajo como siempre, que algo no le deja desarrollar sus funciones habituales y los ojos de esa misteriosa joven están ahí con la pregunta ¿quién será esa chica? Ebbe sale antes de lo normal del trabajo, un poco raro por todo lo que le está pasando por la cabeza desde que se cruzó con aquella misteriosa chica, y en vez de ir a casa directamente como acostumbra a hacer, prefiere ir a un lugar que solo conoce él, su retiro. Está a las afueras en lo alto de un montículo de piedra desde donde se divisa toda la ciudad, es cómo un remanso de paz y tranquilidad entre tanto ruido, gente, vehículos y bullicio, silencio, al fin y al cabo, dónde pocos sitios se pueden decir que exista. Desde lo alto del montículo, Ebbe no hace nada más que pensar cuándo aquella chica y él cruzaron las miradas en un ápice de tiempo, ¿por qué esos ojos me perturban tanto?, ¿qué significado tiene para mí?, ¿qué es lo que puedo hacer? ¿cómo puedo saber quién era aquella joven? En un alarde de valentía y de cierta imprudencia, decide que mañana mismo en la oficina va a buscar quien esa chica, por qué motivo sus ojos no puede olvidarlos, ni quitárselos de su cabeza, sí, mañana conseguirá saber quién es ella.



Sin percibir ninguna presencia, aquel día no estaba solo en el montículo de piedras, una mirada inocente, una mirada fija y misteriosa lo observaba de cerca.