sábado, 13 de mayo de 2017

"Instantes". Capítulo 3 "Final"

África estaba muy nerviosa, casi nunca se encontraba en este tipo de situaciones, solamente le sucedían cuando tenía que adicionar para algún concurso o escuela baile o arte. No le pasaba desde que tenía diecisiete años y eso fue hace once. Mientras se dirigía al bar donde habían quedado, pensaba como era posible que le hubiese dicho que sí, a un completo desconocido, pero lo había hecho y no podía echarse atrás. Bueno, sí podía, pero no quería, en el fondo, África, estaba deseosa de conocer más a Ebbe, a ver sí era diferente al resto de hombres que conocía. Por fin había llegado la hora de la “cita” Ebbe estaba ya esperándola con dos cafés sobre la mesa, para cuando ella estaba a punto de hablar, Ebbe le indicó que se sentase sin decir una sola palabra de saludo, ni una sonrisa como horas atrás, eso fue algo que la impresionó al tiempo que la enfadó un poco, ¿Quién era aquel tío para pedir el café por ella? Y mucho menos para mandarle callar y sentarse en la mesa como si de una niña de cuatro años se tratase. De todos modos, ella le hizo caso y se sentó frente a él, quien empezó a escrutarla con la mirada y frunciendo el ceño, África no entendía esa actitud de Ebbe pues horas antes parecía un hombre completamente diferente, aun así, ella decidió lanzarse a hablarle al tiempo que bebía el café:




— ¿Qué tal ha ido el trabajo Ebbe? —le pregunto inocentemente África al tiempo que le dedicaba una cálida sonrisa.



—Bastante monótono la verdad mi vida es un lineal encanto, de casa al trabajo y viceversa alguna parada en el bar o el casino, así día tras día. ¿Y el tuyo, qué tal ha sido África, o debería llamarte Srta. Moondark? —respondió Ebbe mirándola fijamente.



—¿Srta. Moondark? ¿Cómo…? —pero no le dejó terminar la frase.



—Uno de mis compañeros de trabajo me ha enseñado un video en YouTube, ¿por qué no me habías dicho que hace años fuiste famosa? Por algo me sonaban tus ojos, vi una actuación tuya hace seis años… Debería haberme dado cuenta que eres la misma chica que bailaba en aquel teatro, yo era uno de tus mayores fans, iba a todas las actuaciones que podía para verte, sabía dónde te alojabas, te solía dejar flores en el camerino gracias a un amigo y muchas cosas más, es increíble que te tenga delante ahora mismo. Lo que no logro entender es una cosa y espero que me respondas si no es mucha molestia, ¿por qué dejaste el teatro y el baile? —preguntó ésta vez Ebbe sin apartar la mirada de las manos temblorosas de África.



—Bueno… voy a contártelo, pero primero quiero decirte algo. Recuerdo quien eres, porque eras uno de los fans más “cansinos” que he tenido a lo largo de mi carrera, realmente me asustaban aquellas notas, aquellas flores que nunca sabia de dónde venían, a veces, cuando salía con amigos o simplemente iba a comprar o no quería que la gente me reconociera siempre solía tener esa sensación de que alguien me seguía y me observaba, realmente me daba miedo, eso no es ser fan de una persona es perseguir hasta la saciedad y creo que tienes un grave problema con ello. Bien, ahora te diré, dejé las actuaciones y el baile por personas como tú, que sin importarles lo más mínimo como se siente cuando a una la persiguen, acosan, llaman, dejan regalos… Qué es parte del “mundo del famoseo y nosotros lo hemos elegido al decidir colocarnos delante de los focos y dejar de ser privados” es cierto, pero hasta nosotros necesitamos intimidad y momentos de descanso pues somos personas normales al fin y al cabo que nos ganamos la vida con lo que mejor sabemos hacer. Hace siete años exactamente, en el Teatro Sosticia, donde me viste por última vez, un “fan” se introdujo en mi camerino sin saber nadie como, cerró la puerta con el cerrojo y puso un mueble para que no pudieran entrar o les costase más, aquel tipo me intentó violar diciendo que era el hombre que necesitaba en mi vida, que él y solo él era el hombre al que amaba, que sabía todo de mi pues lo había visto en revistas y entrevistas y te digo algo, nadie acaba de conocer realmente a otra persona, ni si quiera nosotros mismos nos llegamos a conocer al completo. Por ese motivo principalmente dejé el baile y me dediqué de lleno a otra de mis grandes pasiones, la pintura y me va realmente bien. No sé sí por suerte o por desgracia, pero ahora mismo estoy en un momento de mi vida en el que no necesito la compañía de nadie, si la quiero la busco no te preocupes por eso. Ahora, si me disculpas Ebbe me voy a ir a mi casa, me vestiré con la mejor ropa que tengo y me iré de fiesta con unos amigos. Dudo que tú sepas que es eso con la vida tan rutinaria que llevas, es algo verdaderamente triste, pero al final es la vida que has decidido tú mismo. Quiero darte las gracias Ebbe.



—Pero… ¿Gracias? ¿Por qué? —dijo Ebbe perplejo.



—Gracias sí, por hacerme ver que todavía quedan sujetos en el mundo como tú, por los que no vale la pena ni si quiera pararse a saludad y los que aparentan ser algo que nunca serán no dista nada más que inseguridad y una vida evocada al fracaso por no querer ser consecuente con sus actos ni querer cambiar, eres un conformista como millones de personas, monótono, aburrido, actúas por inercia y bajo opresión de los demás, ni por sentimientos ni instintos propios. Por eso mismo te digo adiós Ebbe, que te vaya bien el resto de tu existencia. 




Es lo último que África dijo con una sonrisa al levantarse de la mesa y marcharse dejando a Ebbe con millones de dudas, sabiendo que ella había dado en el clavo. Realmente el único culpable de la vida que llevaba era el mismo, por no haber sabido elegir bien lo que quería de verdad. Por ello, era algo con lo que debía cargar el resto de su existencia como bien había dejado claro África.