sábado, 3 de agosto de 2019

"Heritage Ville". Capítulo 6 "Final"

Mi cabeza empezó a dar vueltas recordando aquello qué mi subconsciente tanto había querido eliminar. Ahora todo era claro y cristalino como se suele decir; empujé por la gran escalera de la entrada a la niñera cayéndose encima del perchero atravesándola éste por la mitad y esparciendo la sangre por todas las paredes, siempre me obligaba a limpiar la escalera cuando no hacía bien mis deberes. Después de eso me dirigí a la cocina, a sabiendas de que Mirtha no estaba allí para coger uno de los cuchillos tan afilados que utilizaba ella para cortar los huesos de la carne, antes de todo miré las trampas para ratas que tenía puestas y con unos guantes metí dos grandes y asquerosas en una bolsa de plástico, finalmente cogí uno de los cuchillos y lo guardé entre los pliegues de mi vestido por si acaso alguien me veía. Fui hacia el dormitorio de mis progenitores, los cuales estaban maniatados de pies y manos al cabecero de la cama, acercándome a ellos lentamente levantando el cuchillo para que lo viesen y se lo pasé rozándoles el cuello sin llegar a clavarlo del todo, pero con la fuerza suficiente para ver brotar la sangre gota a gota, los miré fijamente a ambos quienes me miraban con una cara de completo pavor y miedo. Entonces me puse en el lado derecho de la cama frente a mi padre y le corté uno a uno los dedos de las manos, después me dirigí hacia el lado de la cama en donde mi madre sollozaba y mientras les taponaba la boca con ratas muertas prendidas en gasolina, finalmente decidí clavarles el cuchillo en el corazón, pero… ¡Un momento! ¡Esa persona no era yo! Cuando perdemos el norte en nuestro universo neuronal, nos reconciliamos con el abrazo de la absoluta inconsciencia... Al darme la vuelta ya no estaba en mi habitación, y lo comprendí todo, los libros, las leyendas, la maldición, la herencia… ¡La casa! Había arrasado con todo y todos, pero ¿fue realmente la maldición? ¿acaso era verdaderamente yo la culpable movida por la ira y el odio? De todos modos, ya no importaba, ellos estaban muertos y yo viva además, ¿quién creería a una pobre demente?

Y fue entonces cuando, girándome hacia el jardín principal de la mansión, mirando la gran fuente central a través del gran ventanal del ático, sonreí.